Dr. Renny Yagosesky
Es un hecho aceptado que a los seres humanos nos espanta el rechazo. Adoramos ser aceptados, aprobados y tememos cualquier forma de desvalorización o invalidación, en especial, si proviene de seres queridos o si se nos expone públicamente de manera negativa.
Huimos el rechazo con todas nuestras fuerzas y somos capaces de sacrificar buena parte de nuestra autenticidad, a cambio de integración y aprecio. Sin embargo, sin importar lo buenas personas que seamos y lo bien portados que pretendamos ser, habrá cierta cuota de rechazo, por lo que debemos aprender a lidiar con ello.
EL RECHAZO
En general, el rechazo se define como una conducta de evitación, resistencia o desagrado hacia algo o alguien. Como tendencia, las personas tienden a rechazar a quienes perciben como como: eraros, impredecibles, diferentes o amenazantes. Casi todos rechazan a las personas quejosas, criticonas, violentas, pesimistas, perfeccionistas, egoístas, conflictivas, misteriosas, viciosas y mentirosas.
LOS EFECTOS
Ser rechazados nos produce malestar, tanto o más que cuando padecemos dolor corporal. En un experimento realizado con personas que recordaban eventos amorosos fallidos, en los cerebros de los sujetos de la investigación, se activó la misma región del dolor físico, como si el dolor social y el físico fuesen capaces de despertar la misma área. Se trataba del córtex secundario somato sensorial y a ínsula dorsal posterior, que reaccionaron activándose por igual en ambos casos.
Por eso tantas personas se esfuerzan en adaptarse y encajar, en ser “buenas personas” o “buenos ciudadanos”, aunque en ese intento pierdan parte de su autenticidad y de su integridad.
LA CAUSA
Todo el padecer que nos produce el rechazo o la sola idea de que podamos ser rechazados, deriva del apego a nuestro ego, ya sea por inseguridad y baja auto confianza (no soy una persona valiosa) o por expectativas irracionales de adoración externa (deberían tratarme de manera especial).
¿Y QUÉ HACEMOS?
Lo primero que podemos hacer es entender que no siempre podremos evitar que se nos rechace, que es normal que algunas personas y grupos se identifiquen más fácilmente con quienes les resultan similares, manejables y predecibles. y debemos aprender a vivir con eso pues no es deber de todos queremos, aceptarnos e integrarnos siempre.
Para reducir los niveles de rechazo y no vivir atemorizados o atrapados en reacciones defensivas de tristeza rabia, resentimiento, odio y/o venganza, debemos desarrollar aceptación, potenciar la autoestima, ampliar el contexto de análisis, mejorar la imagen, controlar las emociones y saber adaptarse.
Cuando aceptamos las cosas como son, en vez de resistirnos a lo que “es”, se desvanece la comparación entre la ilusión y la realidad. Aceptar nos aleja de las expectativas no razonables y nos ubica en el mundo de manera razonable y sensata.
El trabajo en la autoestima supone, cuando menos, aprender a querernos, pensar bien de nosotros, dejar de compararnos, hacer foco en las cualidades más que en las debilidades o defectos y restarle exceso de importancia a la desaprobación.
Al ampliar el contexto de análisis, podemos llegar a conclusiones nuevas, más lógicas. Ej. Nadie puede agradar a todos, siempre. Si hay personas que a mí no me agradan, es natural que yo no le agrade al 100%
Mejorar la imagen significa mostrar una apariencia y una reputación que reduzcan la posibilidad de rechazo. Quienes siguen las reglas de higiene y cortesía, así como quienes cuidan su aspecto personal, ganan más aceptación.
Es importante mantener cierto equilibrio emocional, pues las personas impulsivas, agresivas o emocionalmente impredecibles, generan desconfianza y temor.
Finalmente, es necesario saber adaptarse, pues el rechazo suele ser una consecuencia de no saber encajar en las reglas de cada entorno. Y eso es algo que puede aprenderse. Podemos aprender habilidades sociales e interpretar con mayor acierto lo que otros esperan de nosotros.
Aquellos que, por prejuicios o intolerancia, suelen emitir conductas rechazantes, podrían rectificar y mostrar más tolerancia y comprensión, pues todos tenemos lados positivos y aunque nos guste sentirnos únicos, debemos aceptar y respetar las diferencias. Gracias por leerme.