El papel de una madre es muy exigente y complejo. En el cumplimiento de ese rol, más allá del impulso biológico de protección de los hijos, se necesita cierto aprendizaje para poder manejar los contratiempos que el proceso de evolución del hijo supone. Y a eso se le debe sumar las exigencias de un entorno exigente que presiona ciertas conductas que no siempre los padres ven como las más adecuada. Ese reto de sumar autoridad y afecto, de encontrar un equilibrio entre ser cariñosa y comprensiva, sin perder autoridad y establecer límites pue ser estresante.
En la crianza, es importante que una mamá sea más madre que amiga, ya que su responsabilidad principal es guiar y educar a sus hijos para que se conviertan en personas responsables y conscientes de sus acciones.
He aquí algunas recomendaciones que pueden facilitar el trance por esos años difíciles como la pubertad o la adolescencia:
1. Autoridad y Límites:
Una madre debe establecer reglas claras y consistentes para que los hijos entiendan los límites y sepan lo que se espera de ellos. La autoridad no implica ser autoritaria, sino ser firme en las decisiones y asegurar que los hijos respeten las normas del hogar.
2. Respeto y Valores:
Es esencial enseñarles valores como el respeto, la responsabilidad y la empatía desde una edad temprana. Estos valores son fundamentales para su desarrollo personal y para sus relaciones con los demás.
3. Consecuencias de las Conductas:
Los niños deben aprender que cada acción tiene consecuencias, ya sean positivas o negativas. Esto les ayuda a entender la relación entre sus decisiones y el impacto en su vida futura. De esta forma, aprenden a ser más conscientes y responsables de sus actos.
4. Preparación para el Futuro:
La madre debe asegurarse de que sus hijos comprendan que lo que hacen hoy afectará su futuro. Ya sea en el ámbito académico, social o personal, es importante inculcarles que las elecciones de hoy tienen repercusiones mañana.
5- Comunicación Efectiva:
Es fundamental que los hijos se sientan escuchados y comprendidos. Una madre debe fomentar un ambiente en el que los hijos puedan expresar sus emociones y pensamientos sin temor al juicio, pero también enseñarles a escuchar y respetar las reglas. Esto fortalece la relación y asegura que las lecciones de vida se transmitan de manera clara y comprensible.
6– Autonomía regulada:
Aunque es crucial establecer límites, también es importante permitir que los hijos desarrollen independencia y habilidades de toma de decisiones. Guiarlos para que resuelvan problemas y asuman responsabilidades pequeñas les ayuda a construir confianza en sí mismos, sin que eso suponga que no habrá supervisión y si fuera necesario, acciones correctivas oportunamente.
7- Ejemplo Consistente:
Los hijos aprenden más de lo que observan que de lo que se les dice. Una madre debe ser coherente en sus acciones y decisiones, demostrando con su conducta los valores, actitudes y hábitos que quiere inculcar en sus hijos para que sean capaces de sobrevivir, adaptarse y ser eficaces en sus responsabilidades y metas.
Este enfoque permite a los hijos desarrollar autocontrol, madurez y un sentido de responsabilidad que los prepara para afrontar los desafíos de la vida adulta. Si bien es positivo crear una relación de confianza y cercanía con los hijos, el rol de madre debe priorizar la guía y el establecimiento de valores fundamentales.