Una de las actitudes más problemáticas que una persona puede reflejar en sus relaciones personales, es el orgullo. Hay dos maneras de verlo: como un exceso de valoración o de estimación de sí mismo y de los propios méritos. Es la idea por la cual alguien puede creerse mejor o superior que los demás (ej. No me reuniré con gente como esa), o como como dignidad o reconocimiento de los propios méritos (Ej. Me enorgullecen mis logros).
Pensemos en el primer significado: el orgullo es un comportamiento de naturaleza egocéntrica que debe ser revisado y regulado, pues causa muchos problemas de relaciones. Clive Lewis, un destacado escritor británico, llegó a decir que el orgullo debe verse como un «un cáncer espiritual,» que carcome al amor y a la alegría.” En la Biblia se nos dice una y otra vez que el orgullo revela una opinión demasiado alta de nosotros mismos, que es un pecado que nos aleja del amor, una avenida de la tentación que bloquea la humildad e impide el autoexamen y nos estimula a condenar las acciones y la forma de ser de los demás.
Hay muchos aforismos y frases que se refieren al orgullo y nos alertan de sus motivaciones. Un viejo proverbio turco, señala que “una onza de orgullo deteriora un quintal de mérito.” Neil Simon, artista musical, dijo que, si bien es cierto que el mal carácter nos mete en líos, es el orgullo el que se encarga de mantenernos allí. El gran filósofo francés, Voltaire, escribió que “un gran orgullo es típico de una personalidad pequeña.” Y para David Lawrence, “el orgullo no es más que una de las formas como se manifiesta el egoísmo.”
Podemos sentirnos orgullosos por nuestro conocimiento intelectual, talentos especiales, linaje familiar, logros importantes, experiencia en algún campo, títulos académicos o por poseer riqueza material.
Con frecuencia, los orgullosos no logran percatarse de las consecuencias criticas derivadas de su comportamiento. Sobreestimarse lleva a subestimar a otros lo cual daña sus relaciones, porque atrae desconfianza, induce temor y resentimiento, genera deseos de venganza en quienes se ven tratados como inferiores, reduce la simpatía y crea vínculos basados casi siempre en la dominación más que en la integración, la empatía o los acuerdos justos.
No debemos confundir orgulloso con dignidad. La dignidad es una actitud de una manifestación de amor propio, de auto respeto que busca defender los propios derechos y encontrar un lugar satisfactorio y útil en la sociedad.
Si es usted es de las personas orgullosas que daña relaciones, afecta su trabajo y experimenta malestar emocional, estas recomendaciones pueden ayudarle:
1. Piense, como dijo el sabio Emerson, que todas las personas son superiores a usted en algún sentido y en ese sentido debe aprender de ellas.
2. Asegúrese de recordar que usted llegó a ser lo que es, gracias a todo lo que aprendió de los demás, y en especial gracias a quienes lo criaron, alimentaron, limpiaron y enseñaron. Sin ellos, es casi seguro que habría muerto.
3. Piense que por muy grande, inteligente o poderoso que usted se sienta, envejecerá y morirá como todos.
4. Pregúntese hasta dónde podría llegar sólo, sin la ayuda de los demás.
5. Recuerde que más gana con respeto y humildad que con vanidad, soberbia y arrogancia.
6. Aprenda a ver y reconocer sus errores, inconsistencias y debilidades. Usted es humano.
7. Por la noche, levante la cabeza y mire las estrellas en el cielo. Compare su tamaño con esa inmensidad y entenderá que somos como microbios en un campo de fútbol. Hay millones de estrellas y millones de galaxias. Deje de creerse tan importante y tan especial y viva en armonía con el mundo que le rodea. Gracias por leerme.
El Dr. Renny Yagosesky es PhD y MSc en Psicología, Conferencista y Escritor.
