Desde que el mundo es mundo, los seres humanos han combatido entre ellos con la finalidad de establecer su predominio. Imponerse parece haber sido más importante en muchos momentos de la historia que convivir y armonizar, si consideramos que, en los últimos 3.000 años, la humanidad ha experimentado cerca de 15.000 conflictos armados que han conducido a casi 4.000 millones de muertes. Incluso hoy en el mundo moderno, resulta evidente la rivalidad que existe en espacios como la política, el arte, la religión y los negocios.
De esta diatriba constante surge una pregunta razonable y obligada: ¿Por qué chocamos con la gente? Para unos la causa parece ser de naturaleza biológica, mientras que para otros se trata de la consecuencia de un proceso poco edificante de crianza y socialización, es decir, que portamos un esquema de funcionamiento aprendido.
Aunque bien podría tratarse de una sumatoria de causas, quiero referirme a cuatro agentes que, en mi opinión, contribuyen de manera notable a esa tendencia conflictiva frecuente que nos aleja de la alegría, la armonía y que afecta como consecuencia, la productividad general: los errores de percepción, la tendencia egocéntrica, la inhabilidad para la comunicación y la dificultad para adaptarnos o resistencia al cambio.
Errores de percepción:
Cuando hablamos de los errores de percepción, nos estamos refiriendo a la falsa creencia, según la cual todos percibimos la misma realidad. Con frecuencia olvidamos que cada cabeza es un mundo y que no hay dos personas que tengan idéntica biología, idéntica crianza o idéntico albedrío. Además, existen aspectos como: género, edad, cultura, emociones, experiencias, salud física y mental, y otros factores, influyen en el modo único y particular como cada individuo interpreta la realidad.
Egocentrismo:
El segundo factor, el egocentrismo, es una fuerza poderosa nos impulsa a dominar a los demás, a imponer nuestros criterios y a sentirnos complacidos cuando consideramos que tenemos razón. Esto genera numerosos choques personales motivados por el egoísmo, el orgullo y otras actitudes de base yoísta que estimulan controversias y generan rechazo.
Inhabilidad comunicacional
La inhabilidad en la comunicación es el tercer factor, y se refleja en limitaciones funcionales para escuchar de manera empática y para expresar de manera eficaz lo que deseamos comunicar. Esta limitación deriva en el uso de palabras, de entonaciones y de un lenguaje corporal inadecuados, que abren la puerta a los malentendidos y las confrontaciones.
Resistencia al cambio
La resistencia al cambio es casi u atentado contra la inteligencia y el sentido común, pues es sabido que el factor que más beneficia la supervivencia es la adaptabilidad. Aunque está claro que no todo es aceptable y que no nos adaptaremos a todo, saber adaptarse y reducir los niveles de resistencia a los cambios nos permite manejar la adversidad con mente creativa y crear las condiciones de para un funcionamiento más satisfactorio en los entornos en los cuales interactuamos. Si te vas a vivir a otro país, lo razonable es que aprendas el idioma, conozcas lo suficiente sobre las leyes, la moneda, la geografía, la vialidad y la gastronomía. De no hacerlo, de resistirte a la nueva cultura, los días en ese territorio se harán estresantes. A mayor adaptación, menos sufrimiento.
De manera que si queremos superar los frecuentes choques humanos, debemos entender la diversidad mental, desarrollar una mayor empatía hacia quienes nos rodean, aprender a refinar nuestra comunicación y aumentar nuestra capacidad adaptativa.
Pensemos que a finde cuentas, todos hacen lo mejor que pueden con lo mejor que tienen, y que lo más conveniente y agradable es armonizar con los otros, con quienes viajamos juntos en este mar común que llamamos “vida”. Gracias por leerme.
El Dr. Renny Yagosesky es PhD y MSc en Psicología, conferencista y Escritor