En la psicología, que es la ciencia del estudio y comprensión de la conducta humana, se habla de «juegos psicológicos», para describir modos, ciclos o esquemas de comportamiento que afectan nuestro éxito y nuestro bienestar emocional. Uno de esos juegos, es el conoce como «el juego de víctima» o «pobre de mí».
Se trata de un modo de funcionamiento cotidiano, desde el cual las personas se resisten a asumir responsabilidad por sus acciones y por las consecuencias de estas, y consideran, más bien, que están siendo frecuentemente perjudicados por otros, sobre quien descargan la responsabilidad de sus malestares y fracasos.
La persona que actúa desde esa autopercepción de víctima, pocas veces está fingiendo. Cree en esa realidad proyectada, aunque falsa, sin notar que un cambio en su estilo de pensamiento y acción, crearían una situación de vida diferente mucho más positiva.
Imaginemos una mujer que se queja de los «malos hombres» que «han llegado a su vida», pero a quien se le dificulta asumir que ella es quien los elige, quien decide el modo de amarlos y quien permanece en relaciones que no son acordes con sus valores y metas. Pensamos en el caso de un padre que se queja de la rebeldía constante de su hijo adolescente, sin considerar que esa rebeldía es solo un mecanismo de defensa y un grito de protesta contra la desatención o la injusticia.
Para superar el «juego mental de víctima», es necesario preguntarse que estamos haciendo para animar o perpetuar la situación que nos aqueja, y disponerse a un cambio con base en la responsabilidad personal. Es nuestra semilla la que determina el fruto que recibiremos. Asumamos que somos parte de la causa y podremos modificar nuestra realidad.
Dejemos de culpar a otros, dejemos de vivir en un sufrimiento recurrente y autogenerado. Entendamos que nuestra vida cambia si nosotros cambiamos. Seamos parte de quienes crean con sus decisiones y acciones, su propio destino. Cambiar, hacer, lograr. Gracias por leerme. Redes: @DoctorRenny