La lógica es una herramienta fundamental para el pensamiento humano. En términos generales se define como “la capacidad de razonar de manera ordenada, utilizando principios y reglas que permiten llegar a conclusiones válidas a partir de premisas claras.”
Desde los tiempos griegos, más precisamente desde Aristóteles, se ha considerado un pilar fundamental en la búsqueda del conocimiento, que tiene la función de ayudarnos a distinguir entre lo verdadero y lo falso, lo coherente y lo contradictorio. Puede decirse que, en ausencia de lógica, tanto el análisis crítico como la resolución de problemas complejos serían prácticamente imposibles.
La lógica no es solo cosa de filosos o sabios, y como veremos, tiene un lugar relevante en la vida cotidiana, porque nos permite tomar decisiones informadas, prevenir consecuencias, identificar patrones y resolver situaciones difíciles o indispensables cómo gestionar nuestras finanzas, planificar el futuro o manejar conflictos personales. En esos y otros escenarios, el razonamiento lógico nos ayuda a evaluar la opciones, revisar los efectos de las acciones potencialmente realizables y elegir finalmente las mejores soluciones.
Además, es un agente clave en áreas de o vida social como la educación, la ciencia, la tecnología y también la gerencia y el liderazgo, espacios en los cuales la claridad de pensamiento resulta esencial para descubrir oportunidades, inducir posibilidades y construir éxito y progreso.
Renunciar a la lógica implica dejar de lado el razonamiento estructurado y depender de otros factores estadísticamente menos fiables como las emociones descontroladas, los prejuicios, las creencias no verificadas e incluso la intuición, potencia no descartable que cuando no está desarrollada puede generar confusiones y falsos positivos, haciéndonos “ver” como viable y
recomendable lo que en realidad deseamos internamente que suceda.
Aunque las emociones son importantes y sabemos que existe una inteligencia emocional que es un recurso de peso, a pesar de que los afectos dominan o influyen con fuerza en nuestras percepciones, podemos terminar actuando de manera impulsiva o irracional si dejamos de lado las capacidades racionales. Por ejemplo, una persona que no evalúa las causas de sus problemas podría repetir patrones destructivos en sus relaciones o en su carrera profesional.
Renunciar a la lógica nos hace confiar en consejos no expertos o creer en rumores o suposiciones, lo que puede llevar a grandes desaciertos, conflictos innecesarios y decisiones mal informadas. Además, la falta de juicio crítico nos lanza al terreno de los hábitos y nos insta a hacer más de lo mismo, bajo el autoengaño de estar haciendo algo diferente.
Un efecto común de ejercer la ilógica, es la tendencia a repetir los mismos errores. Al no analizar las causas de los problemas, las personas pueden caer en un ciclo de comportamientos perjudiciales, y no reconocer la necesidad de un cambio en sus paradigmas, actitudes y métodos. La lógica, en cambio, nos permite reflexionar sobre nuestras experiencias, aprender de ellas y mejorar nuestras decisiones futuras. En ese sentido, madurez y lógica están relacionadas.
En conclusión, la lógica es una capacidad asociada al llamado “cerebro ejecutivo” que opera cómo brújula y guía nuestro pensamiento hacia soluciones razonables y acciones coherentes. Aunque es natural dejarnos influir por nuestras emociones o creencias, debemos aprender a utilizar el razonamiento lógico en nuestra vida cotidiana. Solo así podremos evitar los errores del pasado, tomar mejores decisiones y enfrentar los desafíos con mayor eficacia y sabiduría. Renunciar a la lógica es, en última instancia, renunciar a una herramienta esencial para nuestro crecimiento y bienestar.
Renny Yagosesky es PhD y MSc en Psicología, Conferencista y Escritor
www.DoctorRenny.Com
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