¿Qué es lo que dice la antipsiquiatría que hace tan polémica su percepción de la enfermedad y la salud? Veamos:
Todo conocimiento catalogado de «científico» suele encontrar opositores, y la psiquiatría no es la excepción. Hay personas que se han opuesto al modo en que la psiquiatría concibe al ser humano y a los criterios de diseño y tipificación de enfermedades que hoy conocemos como «trastornos».
A la visión del paradigma de la psiquiatría se le opone hoy por hoy la «antipsiquiatría». Este término aparece de la mano de David Cooper, un médico inglés que en 1.967 desafió las premisas de la medicina psiquiátrica. Junto con otros disidentes, señaló que los llamados «trastornos mentales» no son dolencias de causa biológica y que no existe evidencia científica realista que respalde esa conclusión.
Además, advirtió que para los síntomas que se tratan en psiquiatría hay mejores explicaciones, como el trauma y otros factores derivados de la crianza y la socialización. Junto a Cooper, otros exponentes de la antipsiquiatría, como Michel Foucault, Thomas Szasz, Franco Basaglia y R. D. Laing, consideran que la noción de «enfermedad mental» y términos como «trastorno psicológico», «psicosis» o «esquizofrenia», son etiquetas que encasillan a las personas.
Según esta perspectiva, estas etiquetas pueden influir negativamente en el comportamiento, afectar la autoestima e incluso promover estados limitantes de autosugestión. Los seguidores de esta corriente rechazan la idea de que los trastornos mentales sean estados cerebrales tratables con medicación, y critican que muchos de ellos sean catalogados como «incurables».
En su lugar, proponen terapias psico-sociales, que consideran más realistas y eficaces. También cuestionan la aplicación de conceptos médicos, argumentando que este esquema «medicaliza» problemas que tienen una base psico social. Los antipsiquiatras sostienen que el modelo psiquiátrico ofrece un trato coercitivo a los pacientes, incluyendo internamientos forzosos y terapias invasivas, a través de la hospitalización y la institucionalización, formas restrictivas de atención de ciertos padecimientos.
Rechazan el uso de manuales diagnósticos, a los que consideran contradictorios y patologizantes, acusándolos de convertir experiencias normales de la vida, como el duelo o la timidez, en trastornos mentales. Y denuncian la tendencia a crear cada vez más etiquetas diagnósticas, expandiendo el número de trastornos, que al sol de hoy suman cerca de 400 diagnósticos.
Y por si esto fuera poco, no dejan de lado el asunto de posibles vínculos económicos entre las organizaciones médicas y las grandes compañías farmacéuticas, lo que, según ellos, genera un conflicto de intereses en el tratamiento de los trastornos mentales. Como vemos, la antipsiquiatría se opone frontalmente a la visión médico-psiquiátrica y propone un enfoque basado en psicoterapia, apoyo social y empoderamiento personal. Además, promueve la eliminación del diagnóstico psiquiátrico, al considerarlo un sistema de etiquetamiento perjudicial, que debería ser reemplazado por enfoques más humanistas e interpretativos.