Vivimos en un mundo bastante religioso. Con frecuencia escuchamos a personas hablar de espiritualidad y de fe. Afirman que todo es posible para el que cree y que la fe mueve montañas. Sin embargo, viven presas del miedo y suponen que cosas malas les van a ocurrir. Piensan en la fe, hablan de la fe, pero en realidad les falta fe.


Ciertamente, la fe es un componente de un valor incalculable, cuando se trata de despertar en las personas la motivación y la confianza para lograr metas y resolver problemas. Sabemos por la ciencia y la experiencia, que la práctica de la fe reduce el estrés, mejora la salud y potencia la calidad de nuestras vidas. Basta con leer el libro de Hebert Benson: “Curados por la fe”, para saber que estamos ante una fuerza impactante y prodigiosa.

De hecho, hay consejos, métodos e instrucciones, emanados de gurúes, terapeutas y escritores, que nos muestran cómo incrementar nuestros niveles de fe. Se nos ha dicho que existe un campo energético (o espiritual) y que, si imaginamos lo que deseamos, como si ya se hubiese realizado y llenamos de emociones positivas e intensas en ese deseo, podemos activar potencialidades superiores que materializarán nuestros anhelos de formas inusuales.

Sin embargo, de poco sirve la fe inactiva, pues anhelar desde la pasividad, deriva en decepción y fracaso. Mientras que la fe activa, acompañada de planeación y esfuerzo consistente, crea y atrae mejores resultados. Podemos usar la inteligencia, la creatividad o la tecnología para aliviar las cargas, pero hay circunstancias en la que toca “sudar y despeinarse.

El niño se esfuerza para caminar, el pollito se esfuerza para romper la cáscara que lo contiene, la mariposa se esfuerza para romper el capullo y volar, la madre se esfuerza para dar a luz una una nueva vida, el estudiante lucha para poder graduarse y el emprendedor se esfuerza para triunfar en el competidísimo mundo empresarial. Como ha dicho Paul J. Meyer: “nada puede sustituir el esfuerzo, cuando se trata de logros.”

No es posible para la mayoría de las personas, abordar sus trabajos, oficios y profesiones con relajación, sino con esfuerzo. Incluso si aman lo que hacen, eso no los exime de librar una batalla contra la mediocridad, el agotamiento, el aburrimiento y la flojera. Pensemos que, hasta los novios más enamorados, cuando ya llevan tiempo casados, llega un día en el que dudan si tomaron la decisión correcta. Mi mensaje es simple: no basta la fe para lograr metas, no basta la fe para llegar alto, no basta la fe para realizarse, no basta la fe para trascender.

El optimismo “light”, la fe pasiva, se han convertido en excusa cómoda, en una práctica de demagogia vacía que debe ser revisada y superada. Soy un optimista a toda prueba, sin embargo, creo que debemos retomar el concepto del trabajo comprometido y sostenido, y trascender las ilusiones que prometen darnos algo a cambio de nada. Dejemos de escuchar los discursos que nos invitan a soñar, mientras bostezamos desde el estancamiento y la inercia. Encendamos la lámpara de la fe, claro que sí, pero que sea para iluminar el camino que tendremos que recorrer si queremos ser auténticos creadores de un mejor porvenir. Gracias por leerme.

El Dr. Renny Yagosesky es Ph.D y MSc. en Psicología Lic. En Comunicación Social y autor de 6 libros de Superación Personal

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