La vida nos presenta un paisaje en el que los condicionamientos biológicos y sociales, como el temperamento y la crianza parecen limitar nuestras decisiones y marcar de forma indeleble nuestra trayectoria. Sin embargo, las cosas no son como parecen ser a primera vista.
En el núcleo de nuestra existencia reside un poder formidable: la capacidad de elegir. Elegir es un acto de afirmación de la voluntad, una manera de decirle al mundo y a nosotros mismos que no somos marionetas movidas por fuerzas externas, sino seres capaces de tomar el control de nuestras vidas.
Y en efecto, este margen de albedrío que tenemos los humanos, nos permite ser más que simples productos de las influencias de la naturaleza y de nuestro entorno. Tenemos a mano s; la posibilidad de decidir quiénes somos y hacia dónde queremos dirigirnos.
Podemos empezar por elegir lo que pensamos. Aunque nuestras primeras impresiones y pensamientos automáticos pueden estar influidos por creencias arraigadas y respuestas condicionadas, tenemos el poder de observar y modificar esos pensamientos. La metacognición, o la capacidad de pensar sobre lo que pensamos, nos permite desafiar creencias limitantes y asumir pensamientos que nos empoderen y nos orienten hacia nuestras metas. En este sentido, la mente no es un espacio cuadrado o fijo, sino un terreno fértil para sembrar nuevas ideas y crear diversas perspectivas.
El poder de elegir también se extiende a nuestras emociones. Aunque es cierto que las emociones pueden surgir de manera espontánea debido tato a la a la biología como a las experiencias pasadas, también es posible aprender a reconocerlas, manejarlas y transformarlas. La autorregulación emocional nos ayuda a elegir cómo respondemos a nuestros sentimientos y a evitar que estos dominen nuestras acciones de forma inconsciente. Esta elección voluntaria de nuestras respuestas emocionales se traduce en autoestima, bienestar y en una mayor capacidad para enfrentar la adversidad.
Elegir lo que hacemos es otra de las capacidades que nos caracteriza. Podemos decidir cómo empleamos nuestro tiempo y en qué actividades invertimos nuestra energía. Esta elección nos permite orientar nuestras acciones hacia lo que realmente valoramos, ya sea en el ámbito profesional, creativo o personal. Incluso cuando las circunstancias limitan nuestras opciones, la libertad de elegir cómo respondemos a ellas permanece intacta. Cada acción consciente nos acerca a un propósito más definido y a una vida que resuena con nuestros valores.
Las relaciones que escogemos también reflejan nuestra capacidad de elección. Aunque los lazos familiares y ciertas interacciones sociales pueden no ser elegidos, tenemos la facultad de seleccionar qué relaciones cultivamos y cuáles dejamos ir. Al elegir rodearnos de personas que nos inspiran y nos apoyan, creamos un entorno que nutre nuestro crecimiento y nos ayuda a alcanzar nuestras metas.
El trabajo que hacemos, es un área clave sobre al cual podemos elegir. Si bien algunos pueden argumentar que las oportunidades laborales están condicionadas por factores políticos, económicos y educativos, seguimos teniendo la capacidad de elegir cómo enfocamos nuestra carrera, qué habilidades desarrollamos y cómo avanzamos profesionalmente. Tomar decisiones conscientes sobre nuestro trabajo nos lleva a una vida más alineada con nuestra pasión y propósito.
El lugar donde vivimos es un reflejo muy importante de nuestras decisiones y circunstancias. Aunque algunos cambios, como mudarse a otra ciudad o país, pueden parecer inalcanzables, la realidad es que muchas veces es posible elegir un entorno más propicio para nuestro bienestar. Esta elección puede implicar desde pequeños ajustes en nuestro espacio, hasta decisiones más trascendentales que impactan directamente en la calidad de nuestra vida.
Finalmente, diremos que el poder de elegir nos recuerda que no somos víctimas impotentes de la vida, aunque tengamos que enfrentar los condicionamientos biológicos y sociales que nos influyen. Nuestra voluntad y capacidad de tomar decisiones, siempre pueden otorgarnos una libertad que trasciende esas limitaciones originales. No somos espectadores pasivos, somos directores, guionistas y protagonista de nuestra propia historia. Elegir es la clave para dirigir nuestra vida hacia metas que realmente nos importan, y ese poder es la esencia de nuestra humanidad y de nuestro potencial ilimitado.
El Dr. Renny Yagosesky, es Ph.D en Psicología, MSc. en Ciencias de la Conducta, Lic en Comunicación Social y Escritor